Un traductor y un intérprete son profesionales de la lengua, pero realizan tareas diferentes.
Un traductor convierte textos escritos de una lengua a otra. Puede tratarse de libros, artículos, documentos jurídicos, manuales técnicos y otros materiales escritos. Los traductores trabajan con documentos escritos y suelen tener más tiempo para revisar y corregir sus traducciones para garantizar la precisión y claridad. También tienen acceso a varios recursos como glosarios y diccionarios, e inclusive a herramientas de traducción, como los programas de traducción asistida por ordenador, que pueden ayudar con la terminología y la coherencia.
Un intérprete, en cambio, convierte el lenguaje hablado de un idioma a otro en tiempo real. Los intérpretes trabajan con el lenguaje hablado y suelen estar presentes en persona, por teléfono o por videoconferencia durante un acto en directo, como una reunión de negocios, una conferencia o un procedimiento judicial. Tienen que ser capaces de entender rápidamente lo que se dice en un idioma y transmitirlo con exactitud y fluidez en otro.
Los intérpretes también deben tener excelentes dotes de comunicación e interpersonales, ya que a menudo tienen que mediar entre oradores que no hablan el mismo idioma. Además, los intérpretes deben ser capaces de trabajar con rapidez y mantener la concentración bajo presión, ya que se les exige que traduzcan el discurso a medida que se produce.
En resumen, un traductor trabaja con texto escrito y lo traduce de una lengua a otra, mientras que un intérprete trabaja con lenguaje hablado y lo interpreta en tiempo real de una lengua a otra. Aunque hay algunas similitudes entre las dos profesiones, las habilidades, herramientas y entornos de trabajo necesarios para cada una son diferentes.
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